29 September 2011

La Utópica Investidura de Autoridad

¿Quién, en su emoción por haber logrado algo, no se siente con autoridad de enseñarle al resto el "cómo se hace"?

Ni siquiera yo podría decir que "no". Y puedo afirmar y asegurar que el 99% de los mortales tampoco podría dar una negativa como respuesta a esta interrogante.

Y es que todos, absolutamente todos llevamos a un maestro por dentro. Un profesor que saca su cabeza cada vez que uno hace algo. Considero la "Cátedra" como algo celestial de esta vida. Estoy conciente que no todos nacemos ni llegamos a desarrollar la capacidad y actitud para enseñar. Unos somos simples asalariados, otros, nos gusta y nos nace. He ahí el disfrute.

Sin embargo, siempre hay un iluso despistado que piensa que "se las sabe todas".

Confieso que cuando conseguí trabajo me sentía superior a mis amigos que no lo tenían, o que no ganaban tanto como yo. Mi nube se desintegró en el momento en que vi a un compañero de la escuela y me di cuenta que tenía más éxito que yo. Ahora era yo quien ganaba menos.

Reconozco lo molestoso que soy cuando me jacto. Después de todo, ¿a quién le agrada un idiota que saca en cara sus aciertos? Creo haberme dado cuenta a tiempo, aunque no completamente, del error de querer enseñar algo que uno recién empieza a vivir.

¿Se imaginan esto?
Un mes de casado, y ahora le enseña a sus amigos cómo prepararse para el matrimonio... Inconsistente(¿?) Jactancioso(¿?) Pedante(¿?)

Me esfuerzo por detectar la delgada línea entre el consejo y la imposición. Entre la sugerencia y el mandamiento. Entre la apreciación y la 'doctrina'.

Mi vida, mi corta, inexperta e inconclusa vida, me ha enseñado que ella es distinta, muy distinta, a la de mi vecino... y que lo que para mí funcionó tiene el potencial de matar a otros, si mi remedio es tomado como doctrina.

El Creador me dio mente, y me esfuerzo por usarla hasta donde me dan ganas y nutrientes. Mi venia y aplauso para aquellos amigos que, sin filo en sus labios, hablan con dulzura y espíritu, con cabeza y corazón.

Mi doctrina es mía sola, y la tuya es para ti. ¿Podemos ser amigos hasta en el pensamiento?